CURA DE ESPANTO
por Esteban Molina
--------------------------------------“Quae est ista, quae progreditur quasi aurora consurgens,
--------------------------------------pulchra ut luna,
--------------------------------------electa ut sol,
--------------------------------------terribilis ut castrorum acies ordinata? ”
--------------------------------------Canticum Canticorum 6:10
--------------------------------------pulchra ut luna,
--------------------------------------electa ut sol,
--------------------------------------terribilis ut castrorum acies ordinata? ”
--------------------------------------Canticum Canticorum 6:10
Somnus ya no me visitaba
sino para entregarme en bandeja a Tanatos;
lo descubrí, en un duermevela delirante
en el cual llegué a sentir el filo fétido del aliento de Átropo.
Miré mi cuarto y saqué claras cuentas;
las vigas, una soga, sería fácil, sería rápido, sería suficiente,
pronto abrevaría del Dorado Leteo…
Esa noche no dormí, ni soñé, ni leí, ni pensé.
Sentí la sangre rampante, sublevada, ofendida dentro de mí,
cada célula, cada órgano me hizo sentir su peso, su innegable realidad,
caminé desnudo y afiebrado por el delicado borde del abismo;
y cuando Helios apareció al fin,
estaba decidido a seguir en este lodazal, hasta las últimas consecuencias.
Fue noche de entrevisiones, de intuiciones profundas,
de nevermore y de otredadades sofocadas;
sentí rabia, miedo, desesperación y el lento correr de la sangre,
lento y trabajoso correr de la sangre,
desesperante, mecánico, interminable correr de la sangre.
Noche de paraqués y de porqués no verbalizados,
más bien se atoraban en el correr de mi sangre,
y al llegar al corazón, lo oprimían, deteniéndolo un segundo o dos
hasta que el amor a la vida o el miedo a la muerte
(no sé si serán diferentes)
deshacían el negro bloqueo
y la sangre
lenta
mecánica
impotentemente
seguía corriendo,
y corriendo,
y corriendo.
Átropo seguía agazapada cada noche,
espiando mi decisión, insinuándome sin palabras,
y supe que si quería espantarla,
sacarla de mi esfera,
no sería con sabihondos aforismos;
desempolvé mis discursos de adolescente
y embauqué a una hija de Eva, más niña que mujer aún;
la sangre corrió furiosa, atenazada, potente y vivificante dentro de mí,
y saciando un hambre milenaria
que corre por mi sangre
(hambre antiquísima, madre o hermana de las fuerzas
primordiales del cosmos,
hambre que no es patrimonio del hombre o de la razón,
sino que tal vez sea la misma hambre
que hace que la masa atraiga a la masa,
tal vez sea el hambre que hace danzar a los electrones en sus órbitas,
quizá hasta sea la misma hambre que hizo estallar todo
allá en El Principio)
estallé y la hice estallar entre mis brazos
una, dos, tres veces
y luego dejé de contar,
y de sentir,
y de pensar.
Átropo
(siempre verifico antes de acostarme)
ya no aparece por mi cuarto,
espantada temporalmente por los olores,
sabores y texturas que Eros prodiga con generosidad.
Sé que volverá por mí;
no importa;
no tengo miedo
ni puedo tenerlo
mientras pueda estar con una mujer.
¿In Vulva Inferno?
No, nada de eso, yo creo más bien que
In Vulva Coelum.
sino para entregarme en bandeja a Tanatos;
lo descubrí, en un duermevela delirante
en el cual llegué a sentir el filo fétido del aliento de Átropo.
Miré mi cuarto y saqué claras cuentas;
las vigas, una soga, sería fácil, sería rápido, sería suficiente,
pronto abrevaría del Dorado Leteo…
Esa noche no dormí, ni soñé, ni leí, ni pensé.
Sentí la sangre rampante, sublevada, ofendida dentro de mí,
cada célula, cada órgano me hizo sentir su peso, su innegable realidad,
caminé desnudo y afiebrado por el delicado borde del abismo;
y cuando Helios apareció al fin,
estaba decidido a seguir en este lodazal, hasta las últimas consecuencias.
Fue noche de entrevisiones, de intuiciones profundas,
de nevermore y de otredadades sofocadas;
sentí rabia, miedo, desesperación y el lento correr de la sangre,
lento y trabajoso correr de la sangre,
desesperante, mecánico, interminable correr de la sangre.
Noche de paraqués y de porqués no verbalizados,
más bien se atoraban en el correr de mi sangre,
y al llegar al corazón, lo oprimían, deteniéndolo un segundo o dos
hasta que el amor a la vida o el miedo a la muerte
(no sé si serán diferentes)
deshacían el negro bloqueo
y la sangre
lenta
mecánica
impotentemente
seguía corriendo,
y corriendo,
y corriendo.
Átropo seguía agazapada cada noche,
espiando mi decisión, insinuándome sin palabras,
y supe que si quería espantarla,
sacarla de mi esfera,
no sería con sabihondos aforismos;
desempolvé mis discursos de adolescente
y embauqué a una hija de Eva, más niña que mujer aún;
la sangre corrió furiosa, atenazada, potente y vivificante dentro de mí,
y saciando un hambre milenaria
que corre por mi sangre
(hambre antiquísima, madre o hermana de las fuerzas
primordiales del cosmos,
hambre que no es patrimonio del hombre o de la razón,
sino que tal vez sea la misma hambre
que hace que la masa atraiga a la masa,
tal vez sea el hambre que hace danzar a los electrones en sus órbitas,
quizá hasta sea la misma hambre que hizo estallar todo
allá en El Principio)
estallé y la hice estallar entre mis brazos
una, dos, tres veces
y luego dejé de contar,
y de sentir,
y de pensar.
Átropo
(siempre verifico antes de acostarme)
ya no aparece por mi cuarto,
espantada temporalmente por los olores,
sabores y texturas que Eros prodiga con generosidad.
Sé que volverá por mí;
no importa;
no tengo miedo
ni puedo tenerlo
mientras pueda estar con una mujer.
¿In Vulva Inferno?
No, nada de eso, yo creo más bien que
In Vulva Coelum.
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fotografía color de la serie Der Herbst des Einsamen por Irene Bloom. México 2007
1 comment:
Hola escritor fanatico de la travesia de letras y palabras, sinceramente me es dificil adivinar todo lo que dice pero trato de entender, y solo puedo decirte que esta muy bien que hagas lo que mas te agrada eso te hace ser y decir cosas totalmente distintas y me agrada, no piences mal, pero eres una gran ser humano.
Suerte...
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