Monday, September 17, 2007

BATALLÓN SAN PATRICIO*
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por Julián Herbert
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Entonces nos rodean y nos disparan y algunos compañeros caen.
Mi idioma es siempre distinto al de ellos; no hay modo de salvarlos.
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Es el 20 de agosto de 1847, o el 8 de junio o el 11 de enero;
otra vez efemérides en el ano del cielo, dolor de maquinaria de guerra en las letrinas,
enfermedades infestando de cifra las campañas. Capitanes
y tenientes travestidos de doctores curan mapas. Trazan parques
de atracciones en el tiempo.
No hay parque: sólo zonas de soga y pajaritos, bancas verdes, camellones.
Si hubiera parque no estaríamos aquí
este domingo.

--------------(En los juegos mecánicos, un niño
--------------me pide prestado el rifle;

--------------quiere ahuyentar a las moscas que se comen
--------------los restos de su pie.)

Los cadáveres me hablan al oído: nueva logística, órdenes para Álvarez,
Dagda en el Mag Tured de Churubusco. No entiendo
su malamadre lengua pelirroja,
su ruego amancebado a la mansalva,
su déspota lealtad a este corral de atrincherados.
No sé de qué soga me hablan.

--------------(En Irlanda maté un pez.
--------------Era un pez de Liverpool.
--------------Venía bajando la cuesta
--------------de pinos acantilados.
--------------Venía montado a caballo.
--------------Venía cantando en su lengua.)

Hay peces que cruzan el pantano,
a veces. O el Atlántico.
Hay ratoneras en el ático del viejo militar.
Hay países que en su mala
pata de palo llevan siempre
un veterano de guerra.

--------------(En Irlanda maté un pez.
--------------Pero los de Liverpool
--------------también tienen asesinos.)

Entonces nos rodean y nos disparan por disciplina, por puro amor a su mundo.
Es algo digno de ver aunque esta bala esté chupándose mi cuello. Es algo bello
que nosotros conservamos.
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Bello como Héctor muerto: domador de caballos
susurrando a la arena que las bestias de Aquiles no lo arrastren.
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Bello como cariátides de un edificio en llamas
y al resplandor algo parece lenguas, bocas incrustadas.
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Bello como los mapas que la fusilería graba en la cal de las paredes.
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Bello como las botas del ahorcado a contraluz.
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(Alguna vez fui Paddy Jay Mahogan.

-------Este ojo donde ahora duerme un buitre
-------brillaba gris en las fogatas frente a mi hoja de afeitar.
-------Vine a América porque me dijeron
-------que acá había mucha plata. Pero cambiamos de país:
-------me convertí de invasor en defensor
-------sin marearme ni subir de nuevo al barco.
-------Mis nuevos compatriotas eran feos,
-------enanos, resentidos. Si no fuera porque eran irlandeses,
-------yo mismo los hubiera matado. En el sitio que llaman
-------Churubusco, se rindieron sin mí. Seguí peleando.
-------Fue así que me apresaron los soldados de Scott
-------y me juzgaron –los muy imbéciles– como si fuera un desertor.
-------Ahora mi cuello sabe cuánto pesa mi culo.)
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Desarraigados, pero no
de nuestros límites.
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Yo soy la soga, larga
almendra de la asfixia,
deshielo de gravedad,
párpado vertical cerrándose sobre racimos
de lápidas mortificadas en la luz.
De mí todo se tensa,
todo vuela hacia abajo,
todo es yodo labial, todo
babea. Ideas baten el aire
como si el balanceo fuera a sanarlas.
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(En 1847 el diámetro de la cuerda es de cuatro centímetros. En el noreste de México las fabrican con un ixtle deleznable sacado de la planta que llaman “lechuguilla”.
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----------¿Qué marinero soy cuando sueño los barcos,
----------textil cristalería bamboleándose
----------en iglesias de sombra reseca; mástil
----------del que mi cuerpo cuelga
----------como la vela o la bandera:
----------como la patria?
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----------¿Qué marinero soy en los muros abaleados
----------del lugar que defendí y cuyo nombre nunca supe pronunciar?
----------¿Qué marinero soy lejos de Irlanda,
----------tan lejos que a veces pienso que está muerta
----------y para que me hable
----------tengo que aprender a creer en fantasmas?...
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----------
Ahora mi cuello sabe cuánto pesa mi canción.)
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Entonces nos rodean y nos disparan, y algunos de mis compatriotas caen,
y mi idioma es siempre diferente al de ellos: no hay modo
de salvarlos.
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La fecha es una aldaba
.
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* El 20 de agosto de 1847, soldados irlandeses desertores del ejército norteamericano pelearon a favor de México en la batalla de Churubusco. Siguieron batiéndose incluso después de que Anaya, general de los nacionales, capituló. Casi todos murieron en combate. Los sobrevivientes fueron destinados a la horca.

1 comment:

Anonymous said...

Felicidades por esta nueva puerta hacia la poesía. El maestro Julián Herbert, mis respetos: como de costumbre, excelente en su propuesta.

Fernanda Castillo