Thursday, August 23, 2007

EPÍSTOLA QUIJOTESCA

Por Carlos Alemán

Despreocupado lector:
Desde el limbo de ilustres personajes de la inmortal patria de la Mancha os envío la presente para comentar detalles que la inmortal fama mía, conquistada por mi valiente y esforzado brazo, hace que vosotros habléis de mí, el Caballero de la Triste Figura, para que galgas lenguas no mientan, me esfuerzo en daros mi propio testimonio, puesto que la ventaja de ser espíritu y personaje me capacita para aventuras nunca vistas ni imaginadas, dado en fin, que existe quien niega un posible nexo entre las artes, debo deciros que en cuerpo de fantasma he asistido cual secreto espectador que de mi persona tuvieron a bien hacer el favor de poner música, señores que instrumentos tocan escribiendo historias, nada más que con sonidos solamente.
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El primero en hacerme objeto de sus cantos fue inglés, Henry Purcell dicen cronistas antiguos que tal se llamaba, se desprende de los documentos, que este hombre es considerado el mayor genio de su patria en el sonoro arte, nacido en 1659, estudió la música del continente para crear algo maduro. Los copistas reputan mucho su ópera “Dido y Eneas” como obra que el paso de siglos vence; hacia 1694 comenzó lo que ellos llaman semi ópera que me toma como tema, “Don Quixote” z 578, la continuó al año siguiente de su deceso prematuro.
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Unos pocos años antes, nació -me parece que por 1681- en esas tierras de la Germanía , otro cantor que notaba sus cuentos musicados, Georg Philipp Telemann creo que llevaba escrito en su estandarte, bien, este caballero tomó el oficio de las letras musicales, tuvo en fin, una dilatada existencia que llegó hasta 1767. Según consta en los archivos, escribió como dos mil obras musicales, pero por 1761 quiso un tema mejor, tal vez pensando que pudo haberse armado caballero andante le entró la melancolía por lo que le dio vida a una ópera, “Don Quichotte”, y a una suite de ocho movimientos para orquesta de cuerdas y bajo continuo en los que retrata pasajes de esta inmortal historia mía.
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Apenas con siete años de diferencia, en 1768, Francois André Danican Philidor, creyendo tal vez que se trataba de una partida de ajedrez escribió en Aviñón su ópera bufa titulada “Sancho Panza en su isla”, demostrando que la luz de la fama mía por igual a mi ilustre escudero alcanza, por cierto, este francés dicen que vivió de 1726 a 1795. Catorce años más tarde, en 1809, nació otro hijo de la Germanía, el feliz Félix Mendelssohn-Bartholdy quien, siendo de la noble cuna de un banquero tuvo suficientes ocasiones de aprender con los mejores maestros tantas artes como de cultivar su espíritu, aunque hizo fecundas obras en otros campos, desde sinfonías hasta conciertos, el 29 de abril de 1827 presentó en Berlín su ópera “Die Hochzeit des Camacho” o, “Las bodas de Camacho”, basada en una de mis aventuras, aunque tuvo que negociar ampliamente con un tal Spontini y luego el público no la supo apreciar, dicen que este compositor vio su fin por allá de 1847.
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En 1864 nació otro de los esforzados hombres que tomó las armas de la caballería de la música, también del reino germano: Richard Strauss , aunque combatió en campos de ópera ganando vasta gloria, también tuvo la fortuna en la lucha a orquesta armada, creando poemas sinfónicos, el séptimo de los cuales, en mi figura lo basó allá por 1897. “Don Quijote” tituló su obra con el subtítulo de “Variaciones fantásticas sobre un tema caballeresco”, con ayuda del hada melodía me transforma en violoncello haciendo de Sancho una viola, en estructura de introducción, tema con variaciones y final con solos de cada uno en una meditación sobre mi novelada muerte bajo la divisa de Opus 35. Los que saben dicen que es la más grande de las obras musicales sobre mi persona; sé que Strauss vivió hasta 1949, más o menos. Antes de la muerte de Mendelssohn-Bartholdy, en 1842, le fue a Francia regalado otro andante caballero musical del cual acordarme quiero, Jules Massenet se llamaba, el que según historiadores escribe su comedia heroica, “Don Quichotte”, allá por 1910, según anales de extranjeras universidades, me da su voz en tal ocasión un gigante cantor llamado Fyódor Shalyapin, en ese teatro durante el primer acto me encuentro con Dulcinea, mientras que en el segundo, lucho con los terribles molinos de viento, dos años después este compositor moría. En Varsovia, al siguiente año, 1913, otro poema sinfónico tomó mi nombre, “Don Quijote”, firmado por los blasones de Eugene de Morawsky, mientras en 1922 en Munich, Antón Beer-Walbrunn hizo su tragicomedia musical con el mismo título. Versiones señalan a 1923 como año en que la inspiración a ibérica tierra vuelve cuando Manuel de Falla presenta su ópera burlesca en un acto para marionetas llamada “El retablo de maese Pedro”, partiendo de mis aventuras caballerescas, el hacedor de música había nacido en 1876, de su obra quijotesca dijo que: -“Sólo un latino podía escribir algo semejante; un tal Darius Milhaud." De Falla desaparece en 1946.
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Otro paisano mío, nacido en 1886, para gloria de las armas nacionales en su lado musical, Óscar Esplá, modela por el año 1925 su poema sinfónico “Don quijote velando las armas”, otro homenaje más a mi persona; nuestro amigo pierde la vida en 1976. Muy poco después entre 1932 y 1933, un francés que Maurice Ravel se llamaba y que se distingue como creador de formas sonoras en las que va engarzando cantares fabulosos, crea sus “Tres canciones de Don Quijote a Dulcinea”, dedicadas a la voz del antes mencionado señor Shalyapin, según se sabe, nunca más volvería a componer y me haría compañía hasta fallecer por 1937.
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Nacido en 1904, un campeón musical italiano, Goffredo Petrassi tomó en 1945 el desafío de hacer un “Ritratto di Don Chisciotte” como título que en nuestra lengua es “Retrato de Don Quijote”, ballet de un autor que sus mayores logros fueron en el campo vocal. Otro compatriota, que naciera en 1901, Joaquín Rodrigo compone por 1948 “Ausencias de Dulcinea”, canción a la sin par señora del Toboso. Se piensa que este ciego tejedor de sonidos y creador de conciertos en 1999 se volvió puro espíritu.
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Aunque a decir de algunos, no existe relaciones entre las artes, volví a ser objeto de otro ballet llamado “Don Quijote” hecho en 1950 por un catalán amante de mezclar música nacionalista y dodecafonismo que Roberto Gerhard se llamaba y que naciendo en 1896, en 1970 moriría. En ese mismo año, otro español, un tal Cristóbal Halfter, de cuarenta años, da a luz otro “Don Quijote” en forma de ópera, inspirado en este caballero de la Mancha. Hacia 1952 había respirado por primera vez un madrileño, José Luis Turina, que se mandó a viajar en el tiempo en su ópera titulada “Don Quijote en Barcelona”, la que se presentara el dos de octubre del 2000 en el teatro del Liceu, en el libreto voy hasta más allá del año 3000 para caer en el año 2004 que es desde donde te escribo.
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Ya para despedirme, quiero nada más recordar que si no me hubiese calzado la armadura y el yelmo, hoy nadie hablaría de mí, entonces la muerte sí habría sido eterna. No hay que temer pues, que nos señalen cuando falta un andante caballero, es probable que él sobreviva con sus aventuras gloriosas a quienes del mismo se burlan. Maravillas de la andante caballería. Con esto, que Dios te dé salud y, a mí no me olvide. Vale.
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Firma. El ingenioso hidalgo,
Don quijote de la Mancha.
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(Texto publicado el domingo 25 de septiembre de 2005 en Tiempo Libre de Diario del Istmo)

1 comment:

Antonio Campoverde said...

Debo decirte amigo que al principio comenzó muy bien, pero luego se fue dañando completmante. Púlela un poco más para que mantenga la atención del lector.